martes, marzo 27, 2007

LA NIÑA

Unas palabras desde una tarde soporífera en la Central de Badajoz. Es lo que tiene tirarse al monte. Y acordarse de alguien, pero sólo de vez en cuando.

LA NIÑA

Encerrada entre dos ilusiones está la niña. La una lo es pasada y la otra es ilusión que quizás nunca llegará a materializarse. Ella sueña con lo que pudo haber sido y ya no lo será, con lo que estuvo por venir y vino pero pasó de largo. Antes soñó con su presente, y éste se convierte en pasado que ahora está roto en mil pedazos, que se clavan a hierro en la carne sin pecado de mi niña. Ella no lo sabe, pero es más libre de lo que imagina.

Mi niña llora. Mi niña sueña.

La niña espera la primavera como la tierra que cultiva espera el agüita de Mayo y Mayo espera las flores y las flores esperan el momento más efímero que el gran destino les tiene reservado. Secarse adornando un bonito jarrón de sobremesa.

Es la belleza del momento.

Levantando polvareda llegaré una tarde de verano y pasaré delante de tu ventana. Haré temblar todos los cacharros de tu cocina. Tú oyendo el revuelo de los perros que ladrarán al verme posarás tus ojos rasgados sobre la vereda. Y me abrirás tu sonrisa.

No te preocupes, niña. Vaciaré de amargura tu carita.
Moriré contigo todas las veces que tú te mueras. Naceremos de nuevo cada primavera.

Llenaré de tabaco y café tu esperanza.

Juan Antonio

domingo, marzo 11, 2007

¡ADIOS VIAJERO,QUE LLEGÓ EL AIRE!

¡Adios, adios viajero!

A veces sucede que como aquello que no puede ser de otra manera
porque remedio no quiere,
no se atreve a revelar su auténtica naturaleza,
el viajero que tembló por no gritar su nombre a tiempo...
se convirtió en silencio.

Vasto camino de baldosas amarillas que nunca se acaba
detrás de una imagen caprichosa,
volviendo de nuevo a su rutina diaria quiso aprender a ser niño...
pero sólo se sintió abanico.

En unas palabras solitarias arrojadas por la borda de la madrugada
a los anónimos mares de unos y ceros de redes sin mallas,
sin más testigos que la luna lunera que todo lo calla
para seguir apareciendo en los romanceros de los malditos poetas...
se gustó canalla.

Sin querer encontrar una excusa, sinvivir del fugaz momento,
por no agarrarse a un susurro tal vez manchado de frío carmín,
no gritar su nombre a tiempo...
se volvió fragmento.

¿Debe sustituir su silencio a sus olvidos?

¡Adios, adios viajero!
Ya no necesito tu bonito abanico, que por mi balcón se menea el aire.

Juan Antonio